
Mural de azulejos. Restaurante Villa Rosa. Madrid. Foto R.Puig
Como se puede apreciar por el castizo mural de un restaurante madrileño he estado callejeando por la capital de España. No ando muy sobrado de tiempo pero también he tenido ocasión de descubrir un Circuito de Artes Plásticas de la Comunidad de Madrid que está celebrando nada menos que tres décadas de vida. Ha sido en un sitio de exposiciones, la Sala de Arte Joven en el popular barrio de Prosperidad.

Sala de Arte Joven, Madrid. Foto R.Puig
Traigo aquí un corto reportaje gráfico de tres instalaciones que hoy se clasificarían como escultura al estar compuestas por piezas de volumen tridimensional.
I
Fuentesal & Arenillas
La primera está constituida por un conjunto de bolos, lo que la RAE define como piezas de madera (en este caso de haya) torneadas, alargadas y con base plana para que se tengan en pie. Es una instalación modificable, pues los escultores Julia Fuentesal (Huelva 1986) y Pablo M. Arenillas (Cádiz 1989) admiten la intervención del público, con lo cual el conjunto de estas piezas o bolos, torneados en la fábrica de muebles de la familia de la primera, lo podemos construir y reconstruir en infinitas formas escultóricas.

Julia Fuentesal y Pablo M. Arenillas, “Gameshow/Playshow” 2018). Foto R.Puig
Se trata de un juego sin normas prefijadas con el que esta pareja de artistas andaluces (formados en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla) retrotraen al espectador, que irresistiblemente se ve animado a intervenir de modo frágil y efímero, a los juegos de la infancia. De algún modo es una metáfora del azar del juego artístico, siempre inconcluso porque siempre sometido a infinidad de miradas.
No me he resistido y he aprovechado la ocasión para intervenir y, ejecutando no pocas flexiones sobre la moqueta, he concluido mi pasajera contribución a la propuesta de los dos artistas.
¿Quién podría negarse a jugar con estos bolos que nos recuerdan la infancia?

Julia Fuentesal y Pablo M. Arenillas, Gameshow/Playshow tras la intervención y la foto de R.Puig
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II
Carlos Martín Rodríguez
El siguiente es un grupo de obras, del género que hoy se suele denominar como conceptual. Para entendernos esto quiere decir que se trata de un tipo de obra que necesita una explicación o un título que explicite el contexto si se quiere que el espectador acierte con el sentido que el artista ha querido dar a su obra.
A mi modo de ver, más convendría mirar la obra sin explicaciones previas y sin fijarse aún en su título, si se quisiéramos que guarde el carácter del arte como opera aperta en el sentido que le dio Umberto Eco.
La diferencia con el arte clásico es que hoy en día, los artistas de esta corriente llamada conceptual han suprimido la ambigüedad de sentidos con la costumbre de explicar su concepto, con frecuencia de tal modo que las obras dejan la impresión de caprichos, legítimos pues libres, pero limítrofes con aquella broma, ya no contemporánea sino tan centenaria, como fue la fuente de Duchamp, que para agradable sorpresa de su “autor” acabo considerándose un hito del arte del siglo XX, justo cuando los reclutas morían por miles cada día en la trincheras de la Primera Guerra Mundial.

Carlos Martín Rodríguez, “Soft Causalities”, 2018. Fibropanel y barnices. Foto R.Puig
Confieso que si separo la forma del pretendido fondo, estas labores de “arte joven” en cierto modo me gustan por sus cúmulos materiales y los juegos de sombras del proyecto tridimensional.
El escultor Carlos Martín Rodríguez (Zamora 1988) se formó en la Facultad de Bellas Artes de Salamanca por la misma época en la que quien esto escribe estudiaba ya jubilado en la de Altea (Universidad Miguel Hernández) y en la Accademia di Belle Arti de Roma. Confieso que para aprobar primero y segundo en los talleres de escultura alicantinos tuve que pagar también tributo a la corriente que se ha querido llamar conceptual, que enseñoreaba ya y enseñorea aún los estudios de Bellas Artes en España, no así, al menos para mí, en Roma.
Pero hoy me ocupo con curiosidad del juego de materias y formas de este escultor zamorano que además hace cine, experimenta con la música multisónica y con la ciencia ficción.

Carlos Martin Rodríguez, “Rodilla Labour. Subordinación causal débil I” 2018, Fibropanel, hierro, esmalte y barniz. Foto R.Puig
La siguiente obra suya que traigo aquí es un claro ejemplo de este juego de humor conceptual que se titula “Sustracción, envoltura / hospedaje”.

Carlos Martin Rodríguez, “Sustracción, envoltura / hospedaje” 2018, Fibropanel, resina de poliuretano, pigmentos, hierro, esmalte y barniz. Foto R.Puig
Hay otras en la sala, pero no quiero alargarme, pues estamos ya en la madrugada del domingo…
El artista, como explica el catálogo (*) “nos recuerda a algo, pero ignoramos el qué”; para eso están los títulos que ha puesto a sus obras.
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III
Javier Rodríguez Lozano
Este otro joven (Madrid 1992) practica la ya centenaria práctica el objet trouvé (objeto encontrado) que cada día se presenta como parte del arte contemporáneo.
La cartela que explica su obra reza así:
No es de extrañar que tras haber reparado en los felpudos de sus vecinos en Madrid o en las cortinas que protegen del sol las casas de su pueblo, haya reparado últimamente en los restos de los “tags” o “takeos” que se acumulan sobre las losas de mármol de las paredes del Metro de Madrid,
“Arañazos y palimseptos”, 2019, Foto R.Puig
o sobre las luminarias que acompañan el trayecto del túnel que comunica la estación de Retiro con el parque, para ocupar un espacio subterráneo, a oscuras, donde sólo los gatos observan nuestra presencia y sugieren mediante su efigie la frontera nocturna que estos animales simbolizan.
Javier Rodríguez Lozano, “Arañazos y palimseptos”, 2019 Foto R.Puig
Por mi parte, yo me retiro a dormir y espero que nuestros subconsciente, ese gran artista conceptual, no nos conduzca en nuestros sueños por los recovecos de la montaña de los gatos del Retiro de Madrid, ni que un algún gnomo takeado en el túnel que conduce al parque nos cause pesadillas
(*) “Circuitos de Artes Plásticas, XXX Edición”, Dirección General de Promoción de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid, 2019, 99 páginas